Amigo Político

Aunque casi todas las canciones pop versan sobre rupturas y desamor, muy pocas hablan sobre la logística y los trámites tras la separación. Esa etapa donde se encuentra la verdadera enjundia de la tragicomedia. La roña del drama de saberse abandonada, rechazada, jodida viva.

Si la relación había sido más o menos larga e implicaba convivencia, lo más probable es que además de cuencos de Ikea de los que imitan bambú, se compartiesen relaciones sociales y afectivas. Amigos comunes. Amigos heredados.

Normalmente, si como pareja te haces coleguita habitual de otra pareja cuya matriz y razón de ser es el vínculo previo con uno de los dos miembros, cuando éstos lo dejan, hay que tomar partido por el amigo primigenio. Aunque te cayese mejor la amiga política.

Es bastante poco habitual y francamente humillante para el amigo original ser desbancado por la amiga política. Se toleraría socialmente, como mucho, en el caso de que la dejada fuese ésta última, que el amigo original permitiese ocasionales encuentros de cortesía de la pareja, como deferencia condescendiente, en plan: “Hombre, por supuesto que podéis ver a Ana, pobrecita, la he dejado yo.” Remarcando que uno ha sido el abandonador y erigiéndose en una más elevada posición de poder fingiendo una generosidad completamente ficticia: “Os doy permiso para no condenar al ostracismo a la pirada de mi exnovia.”

Hay grupos de amigos en los que se llegan a crear verdaderos cismas cuando una pareja nuclear rompe tras muchos años, viven todos en una ciudad de provincias y sólo hay un par de barrios de tapeo. Para todo lo que tiene que ver con la separación de bienes inmateriales sentimentales, es mucho mejor vivir en una ciudad grande. ¿Lo dices por la consabida oferta cultural de dios tan cacareada around? ¡Sí y mil veces sí! La gente en León rompe menos porque sólo hay dos cines.

Es menos probable, además, encontrarte inmediatamente a tu ex en Tinder, 17 horas después de la ruptura, cuando aún hay un envase de yogur comido por él en la bolsa de basura reciclable. Restos de ADN del ser una vez amado suspendidos en el aire de la estancia y él ya dándole al dedito por ahí. Una imagen tan deprimente, decadente y fea como lo es llorar mientras te masturbas.

Siempre he procurado no hacerme muy amiga de los amigos de mi pareja. Mantener un equilibrio de simpatía y misterio. Potenciar al máximo el carisma emitido, para dejar un buen sabor de boca al irte y que pasados los años digan de ti cosas tan bonitas como: “Se me quedó pendiente hacerme amigo de Marta.” Creo que cultivar esa imagen de personaje de ficción estacional es mucho más gratificante para todos.

En una ocasión tuve una amistad de tomar té con un compañero de trabajo y amigo no especialmente estrecho de mi entonces pareja. Nos contábamos inquietudes comunes, sueños y esperanzas y dábamos paseos largos exentos por completo de tensión sexual no resuelta. Amistad tan limpia que podría haber sido auditada y aplaudida por un catequista.

Yo habría apostado mi imperio a que nuestro lazo había superado con creces a ese nexo amorfo que le unía a mi entonces novio y que se basaba casi en exclusiva en hablar de tipos de hormigón y pilotes. Pero lo cierto es que cuando lo dejamos, mi amigo heredado, llamémosle en lo sucesivo: Benito – que se joda – me eliminó de todas las redes sociales y no volví a saber jamás de él. Me borró de un plumazo, sin siquiera haberse producido ningún conflicto truculento en la ruptura que me dejase a mí como villana a la que desterrar del círculo.

Ni una explicación, ni una pregunta de cortesía, ni una triste tila de despedida. Benito me tachó sin pensarlo, como si fuera una obligación moral que estaba muy por encima de su propia voluntad natural, de sus sentimientos. Porque, a ver, yo le caía mejor, eso estaba clarísimo.

Con el tiempo, he aprendido a perdonar a Benito y aunque su mutismo no fue justo, puedo entender que actuase así por empatía. En lugar de quedarse con quien apreciaba más, decidió hacerlo con aquel cuya suerte y condición consideraba más afín a él. Como si eso le garantizase una protección kármica en un futuro en el que se viese él abandonado.

También hay que ser idiota, ¿eh?

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