El Valle Inquietante

“Hacer del defecto un efecto” es la cita más memorable de mi profesor de Narrativa cinematográfica. Se debería tallar en el epitafio de Jean Luc Godard. Incluso podría ser el eslogan de campaña del nazismo. También funciona bien como subtítulo de la biografía de Hitler, si le das un par de vueltas de tuerca más: Adolf o cómo hacer del complejo una onda expansiva de destrucción. “Hacer del defecto un efecto” es quizás la conclusión ultracomprimida más elocuente de lo que valoramos como talento e incluso como belleza desde mediados del siglo XX y hasta la actualidad en la cultura pop. Si Da Vinci pudiera echar un vistazo a Instagram eclosionarían a la altura del entrecejo todas las reproducciones de las Giocondas repartidas por el planeta y el hombre de Vitruvio te bailaría un cancán histérico y polípodo, en muestra de protesta frente al hecho de que hubiéramos perdido por completo la chaveta. 

La mayoría de los descubrimientos hechos por el hombre nacen del error. La evolución no es otra cosa si no una sucesión de mutaciones útiles. Dicho lo cual, aquí todo el mundo hace cola y pugna por una cara simétrica. En el ámbito de la Medicina Estética los hombres se rellenan el contorno del óvalo facial para conseguir un mentón más ancho y masculino; conocido por el fastuoso nombre de “Mandíbula Brad Pitt” y cada vez hay más labios perfilados con ácido hialurónico sintético antes de cumplir la mayoría de edad. No puedes conducir, pero puedes besar a dolor. La gente acude a las consultas del cirujano o el médico estético con un autorretrato al que han subido un 10 el filtro de belleza, hasta casi parecer un borrón crepuscular, un Patrick Swayze al final de Ghost o en su portada, un ánima de cien mil vatios: “Quiero parecerme a esto.”

De esta manera las personas, que ahora en su mayoría se relacionan a través de cámaras web, que venden su imagen posproducida y retocada hasta parecer un holograma, aspiran a ser cada vez más artificiales; acercándose a una representación, un avatar de sí mismos. Como si se tratasen de su versión en personaje de videojuego altamente sofisticado.

En paralelo y desde hace unos años, debido a la similitud cada vez más escalofriante de las composiciones de personajes en los juegos de la Playstation con los humanos, ha sido necesario acotar un nuevo concepto: el valle inquietante. Hace referencia a la sensación de rechazo que sentimos al observar una figura antropomórfica que tiene la apariencia y se comporta de manera excesivamente semejante a un ser humano real. Pero por supuesto, luciendo un cutis perlado, unos rasgos calculadamente perfectos y unos movimientos con una cadencia micro ortopédica que no pueden si no causar repelo.

Esta sensación de desasosiego y grima es muy parecida a la que nos producen las caras altamente retocadas. Esos personajes públicos que han pasado tantas veces por quirófano y tienen tanto colágeno hipertrofiado por el sobrestímulo inducido, que se han convertido en su versión de muñeco de cera. Sí, estoy hablando de Nicole Kidman.

Cuando miramos hoy a Nicole, aún nos resulta familiar, podemos reconocer debajo de esos tres dedos de inquietud la cara antes liberada y gesticulante de una bella mujer pelirroja. Pasa algo parecido con la gente joven que se pone pómulos, labios, bótox, que se levantan las cejas e incrustan pestañas rizadas y tupidas, que aún reconocemos la frescura de un veinteañero latiendo asfixiada por los postizos, pero nos resulta muy difícil adivinar su edad real. No sé si esa pava tiene veintidós años o tiene cuarenta y se ha operado para aparentar treinta.

Yo, que provengo de la era analógica, que me parecía guapo Bruce Willis y que abrazo el defecto, esperanzada, para justificar el deseo que pueda provocar en otros; aún soy capaz de hablar de esto, pero soy testigo estupefacto de que lo que decía Mark Renton está pasando: “el mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando. Incluso los hombres y las mujeres están cambiando. Dentro de mil años ya no habrá tíos ni tías, sólo gilipollas…”. 

La forma de mirarnos está cambiando, la belleza está cambiando, dentro de mil años lo inquietante será que lleves tu cara al aire, sin costuras ni añadidos. El defecto a pelo: tú. 

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