Villanos: Esplendor (2/3)

Como iba diciendo, éramos una banda de rock con cuatro integrantes: Carlos a la batería, Miguel al bajo, Durán a la guitarra, y un servidor, de guitarra y vocalista. Nos llamábamos Villanos. Hacíamos las cosas al revés de lo que el sentido común dictaba. Por poner un ejemplo, Durán tocaba la guitarra (y lo sigue haciendo) unas 700 veces mejor que yo. Sin embargo, era yo, con mis tres acordes y el sudor que cubría mi rostro al enfrentarse a una simple cejilla, el que me encargaba de tocar los solos. Conceptos como la optimización de recursos, no tenían cabida en nuestro universo. Teníamos un improbable local de ensayo y unas ganas locas de dejar nuestra impronta en el mundo de la música. Pero para eso no bastaba con decirlo, había que hacerlo sonar. Había que cantarlo. Debíamos de encontrar un mensaje o una actitud que mostrar al mundo, algo que nos definiese, y eso solo se podía lograr componiendo nuestros propios temas… En fin, por lo menos lo intentamos.

Solo soy capaz de recordar dos canciones y media. Una llamada “Todo va mal”, compuesta por mí, en cuyo título se podía intuir ya, la calidad de la composición. Una letra de Carlos a la que le puse música, y que podríamos llamar “Las superficies”. La cual, hay que decir, tenía un toque soul bastante chulo. Y la que siempre recuerdo con una sonrisa, y que nunca se dio por acabada. Compuesta por un Miguel en estado de gracia, que, por otro lado, es su estado natural (motivo este, entre otros, por el que quiero tanto a ese pequeño cabroncete). La canción no recuerdo que llegase a tener título, pero una parte de la letra decía así:

“Recuerdo a tía Molly, me encantan sus tortitas. Corre Sodapop, corre chaval”

Ya se nos veía venir. La letra, aunque no se sabe muy bien a dónde iba, tenía claras referencias a “Rebeldes”, la peli de Coppola. Y es que Miguel y yo siempre hemos sido muy cinéfilos. Solíamos ir al tristemente desaparecido cine Capitol, donde vimos auténticas joyas, como “Pulp Fiction”, que nos voló la cabeza de tal forma, que la fuimos a ver varias veces de manera compulsiva. Pero bueno me estoy desviando del tema principal: El jodido Rock & Roll.

Teníamos ganas de comernos el mundo, pero nuestros propios temas no acababan de cuajar, así que decidimos tocar temas ajenos. No éramos un grupo tributo, aunque el grueso de nuestro repertorio estaba compuesto por temas de Nirvana. Fusilábamos sin piedad muchas de las canciones del “Unplugged”, aunque en versión eléctrica, a las que fuimos sumando canciones como “Smells like teen spirit” (por supuesto), “Love Buzz” o “Territorial Pissings”. Todas las canciones que tocábamos eran auténticos hits, pero aun así no acabábamos de encontrar la oportunidad de defenderlas en directo. Necesitábamos que alguien nos diese la oportunidad de realizar un concierto que demostrase al mundo por qué Nirvana eran Nirvana, y nosotros no.  La suerte no nos acompañaba, pero eso estaba a punto de cambiar.

Después de dar mucho la turra, como valencianos que somos, conseguimos finalmente que la falla Norte / Dr. Zamenhof nos diese la oportunidad que estábamos esperando, pero íbamos a tener que trabajar duro, porque, aunque seguramente muchos jóvenes falleros conocerían e incluso disfrutarían las canciones de Nirvana, teníamos que ampliar el repertorio con cosas un poco más festivas, que fueran más acorde con lo que uno espera escuchar en una fiesta en un casal fallero. Por eso os decía que no fuimos un grupo tributo, incorporamos a nuestro repertorio, canciones como “Cadillac solitario” de Loquillo, el “Chiquilla” de Seguridad Social y un gran final que incluía el himno de Valencia, al estilo Hendrix tocando el “Star splanged banner” en Woodstock, y el “Twist and shout” de Los Beatles, que es esa canción que nunca sabes si va a ser “La Bamba” hasta que empiezan a cantar.

El concierto, aunque yo lo recuerdo con cariño por muchos motivos, no estuvo exento de momentos un pelín embarazosos.

¿Recordáis a Antonio? En el capítulo anterior os explicaba que estuvo a punto de ser el vocalista de la banda. Pues por supuesto que vino de público a nuestro debut, y aportó su granito de arena en forma de dudoso consejo. El concierto lo abríamos con “About a girl”, pero Antonio que había presenciado algún que otro ensayo, me dijo:

“Yo creo que la cantas muy grave, deberías de subir algún tono, así mola más”

En fin, el gallo indescriptible que grazné cuando le canté al público que “I need an easy friend…”, todavía resuena en mi cabeza. Volví a mi tono a mitad de la frase, pero el recuerdo esencial ya estaba instalado en mi cerebro, y ahí sigue, agazapado como un tigre, esperando el momento exacto para atacar, como uno de esos pensamientos que surgen del averno de la mente, y que son capaces de acabar con cualquier erección, por magnífica que parezca.

Conseguí convencer a Durán de que cantase en mi lugar “Smells like teen spirit”, porque no me parecía que, con mi voz, sonase como tenía que sonar. Fue un poco a traición, no estaba ensayado ese cambio, pero la defendió bien. Llegó incluso a lanzarse sobre el público, aunque lanzarse sobre el público cuando estas tocando a ras de suelo, es más empujar a la primera fila, que aterrizar sobre sus cabezas.

Como uno de los objetivos del concierto era que la gente consumiese bebercio en la barra, los responsables del evento me dijeron que idease una manera de motivar a la audiencia para hacerlo. Yo me limité a poner una pose de Robert Plant y gritar “¿Quién quiere beber?”. No negaré que esperaba una respuesta salvaje y engorilada por parte de la gente. Algo en plan vikingo. Pero nadie contestó. Si hubiera habido un seto detrás de mí, hubiera desaparecido en él, caminando hacia atrás como Homer Simpson. Por todo lo demás nuestro primer concierto se puede calificar de exitoso. Ahora teníamos que encontrar una segunda fecha. Un concierto es solo un concierto, pero dos… Dos son una jodida gira.

Compártelo