Fuckable Men

Marta encuentra entre sus cosas una libreta de cuando era adolescente. En ella están apuntados los nombres de 100 hombres con los que se plantea encuentros de distinta naturaleza.
Marta Díez San Millán

1/100. Michael Palin

El exleproso, el funcionario administrativo de la crucifixión, el emperador gangoso que mejor sostenía el cetro de todo el imperio romano. Era, a ver, no puedes negarlo, el más guapo de todos los Monty Python haciendo una media de perspectiva cultural. Quiero decir, tú me entiendes, a nivel mundial de belleza universal, ¿no? El más guapo para los latinos, para los escandinavos, para los mongoles… Los ojos tristes de comisuras caídas y el cutis de culo de bebé irritado, sí, pero algo en su mentón cuadrado de ángulos romos lo hacía especialmente atractivo.

¿Por qué me gustaba Michael Palin? Indudablemente por el sketch del peluquero leñador psicópata en Monty Python Flying Circus. Recuerdo perfectamente el hormigueo clitoridiano mientras relataba in crescendo: “I want to be a lumberjack, leaping from tree to tree! As they float down the mighty rivers of British Columbia!”.

Nos imaginaba yendo juntos a Leroy Merlin y eligiendo azuelas y barrenas para diseñar juntos un mueble de centro en el salón de casa. Nos abrazaríamos desnudos en el suelo de parquet desgastado entre briznas de madera tallada sin aprender ninguno nunca, ni por asomo, una sola palabra del idioma del otro, pero teniendo un sexo muy cálido y eficiente, de té lipton limón los domingos por la tarde. Coitos que se merecen ser obsequiados con un caramelo de miel al acabar. Y sólo entonces; mientras cayera el sol, posiblemente en Cuenca, en un Airbnb muy bueno en relación calidad-precio. Con mucha más pena que pasión.