Fuckable Men

Marta encuentra entre sus cosas una libreta de cuando era adolescente. En ella están apuntados los nombres de 100 hombres con los que se plantea encuentros de distinta naturaleza.
Marta Díez San Millán

7/100. John Cleese

Nombre real:John Marwood Cleese

Edad actual: 82 años

País: Reino Unido

Altura: 1’96 m

Aún no existía del todo el posthumor cuando John y yo fuimos juntos a clase de ruso en la escuela de idiomas. Era muy alto y tenía aquel gesto tan serio que desde su primer comentario irónico noté como se depositaban y automáticamente brotaban en mí unas incontrolables ganas de abrazarlo. Como si el contacto físico pudiera transmitirme lucidez humorística por ósmosis. Deseaba que su extrema gracia británica y mi sutil salero español se equilibrasen por contacto entre nuestros impermeables sistemas tegumentarios.

Lo que más me atraía era su indiferencia. John estaba allí para aprender la lengua de Dostoievski y nada más. De verdad. Había pagado y ya está, no se andaba con chorradas. No quería conocer a nadie, como mucho nos echaba un vistazo buscando el valor cómico que cada uno de sus compañeros podía representar para su show interior: donde él era telonero, artista y público, al mismo tiempo. De vez en cuando dejaba escapar alguna broma públicamente, casi sin querer, como un reflejo, y me pasaba días recordándola y carcajeándome. Eran chistes inception de euforia intermitente.

Por las noches, llegaba a su frío piso de media estancia en el polígono de Eras de Renueva, donde llevaba ya dieciséis meses viviendo como registrador de la propiedad. Se preparaba una ensalada de atún con maíz y vinagre balsámico que le sabía a gloria bendita en comparación con la comida inglesa y veía Calle 13. El día que lo invité al salir de clase a tomar algo juntos cerca del edificio Europa, aceptó en seguida y me llamó Marcia. Le corregí y se ruborizó. Era la primera vez que iba de cortos y tapas y que tenía contacto humano propiamente dicho en aquella ciudad. Le maravilló la relación calidad precio del servicio hostelero leonés y para cuando le metí la lengua en la boca al llegar a su portal a la 1 de la mañana, de puntillas, apenas tuvo reflejos para argumentar en contra y me devolvió el beso con las mismas ganas e intensidad que un caballero reprimido los doce primeros capítulos de una novela de Jane Austen.

Sólo hubo aquel muerdo de ali oli, justo una semana antes de las vacaciones de Navidad. Luego lo destinaron a Soria, que está muy mal comunicado. No nos volvimos a ver jamás. Mejor así.